“¡Qué inmundicia sus fiestas (…) Siempre detesté la Navidad, las Pascuas…” Simone de Beauvoir, La mujer rotaDesde que dejé de creer en Papá Noel la Navidad perdió todo sentido. Una fiesta en la que un gordo bonachón, abrigado hasta con gorro, en una tórrida noche de verano, ese amable viejo que uno ni siquiera conocía, llegaba cabalgando su trineo por los cielos estrellados y le traía a uno el esperado regalo, pedido sin más esfuerzo que el de haberle enviado una carta, bueno, eso si tenía sentido… ¿hoy los regalos de Papá Noel se piden por mail?, ¿tiene sitio oficial? Quizás tiene un blog: www.santaclaus.blogspot.com , o tal vez se hizo un facebook, pero se lo inhabilitaron porque colmó la capacidad de “amigos” que pueden tenerse… Bueno, todo era diferente en la época que uno creía en el viejito de colorado y ojo, Papá Noel era cómo aparecía en los producidos comerciales de Coca cola, nada de creerse esa subdesarrollada y escuálida versión que algunos negocios locales intentaban vendernos. Éramos niños pero sabíamos que el pobre tipo, flacucho, con un disfraz ajado, cagado de calor, que se paraba en la puerta de “Casa Tía” y regalaba caramelos masticables, ese no tenía nada que ver con el auténtico y bien alimentado Santa! Porque para hacerte creer en fantasías de ayer y de hoy, nada mejor que los yanquis y cocacolaessentirdeverdad, ahh!
Por suerte mi familia siempre tuvo la decencia de no trabajarme la moral con la cantinela de “si te portás mal Papá Noel no te va a traer el regalo”. No, no. Siempre cumplían. Es más, estaba el Papá Noel que llegaba a casa y después el “Papá Noel de la casa de la abuela, la tía…” y así con cada pariente más o menos cercano. Si, un mundo ideal. Lamentablemente ocurrió que esta fantasía, terminó bastante temprano, por boca de una piadosa y abnegada “Hermana Victoria”, o sea la monja que intentaba catequizarme en el primer grado de la escuela primaria… pensándolo bien, creo que la muy turra también debió detestar la navidad y decidió meterse a monja para no tener que compartirla con su apestosa familia y después se dedicó a aguarle la fiesta a todos los niñitos que Dios puso en su camino. (En chileno, si, porque fui a una escuela irlandesa, pero la mayoría de las monjas, eran chilenas¿? ) “Papá Noel no existe, son sus padres y los reyes magos tampoco y tampoco el ratón Pérez.” Ahá, una copada.
En fin, qué decir de la navidad, a parte de que huele a transpiración, a calor húmedo, a mantel de hule pegoteado y a mayonesa fermentando por las altas temperaturas y descomponiendo la ensalada rusa o el vitel thoné.
¿Por qué indescifrable motivo en Navidad se come ensalada rusa, vithel thone o alguno de estos clásicos?, ¿alguien vio una alcaparra o un turrón “Castillo de Jijona” en algún otro momento del año? ¿Algún otro día brindaron con sidra Real o comieron pan dulce? No, hasta en eso apesta la navidad. Se come lo que manda la costumbre y que nadie venga con subversivos planteos de cambios en el menú. C´est finit!
Pero lo peor de lo peor es ese rejunte de gente llamado “familia”, con toda su involución. Gente que en la mayoría de los casos se aburre mucho junta, “pero bue, es la familia, que va´ ser?” y que también en muchos casos ni si quiera se tolera, que tiene muchas cosas atragantadas, irresueltas, no dichas, que se maneja en base a patrones establecidos y predecibles, acordes a una “típica familia tana” o judía o lo que sea, aunque estos últimos no festejen la navidad. Lo que siempre abunda es el lugar común, la cursilería, el mal gusto y la falta de originalidad. Porque las familias que de verdad se llevan bien, alguna debe haber, no necesitan de toda esta parafernalia para juntarse.
En fin, cuadro de situación dado y sin fantasía de gordo canoso, regalón y fiestero, es lógico que la navidad sea absolutamente patética y decadente. ¿A caso la navidad no era una fiesta religiosa? ¡Pues entonces que la festejen los religiosos practicantes y liberemos al resto de los mortales de ella! ¿Cuándo fue que esta celebración taaan católica, se transformó en un boom comercial y en un banquete dionisíaco para que las clases medias y acomodadas comieran hasta reventar y desplegaran todo su mal gusto?
El año nuevo en cambio es un poco más democrático, es para todo el mundo. Nadie puede escaparle a la sensación de que algo se acaba y algo empieza. A pesar de lo que eso signifique para cada uno, es como una especie de cumpleaños de todos.
También tiene sus lugares comunes más o menos infelices, como decir “Feliza me muero” o en pleno festejo “¡Roberto poné, poné la radio a ver cuando son las 12!”, o algunos días antes de terminar el año, no falta el que nos dice “nos vemos el año que viene”, porque claro, vamos a vernos la próxima semana y ya va a ser otro año… mmmse, hilarante! En fin, frases ya incorporadas a la conversación standard del ciudadano promedio; como las siempre vigentes “calor, no?” o “¡qué frío!” o “dijeron que va a llover, pero vaya uno a saber, como nunca la pegan…” Éstas son cosas que nunca pasan de moda, elementales para subirse a un ascensor, o a un taxi, o a cualquier otro “no-lugar” que uno vaya a compartir con otros “no-sujetos”.
¿Qué porcentaje de nuestras vidas se nos irá en estas banalidades? Mejor no sacar cuentas. Ahora bien, si uno no adhiere a esta corriente de formalismos sociales, debe someterse a la mirada despectiva de algunos, desconfiada de otros o al menos extrañada de los otros restantes, pero a nadie se le ocurre pensar que uno ha decidido ahorrar palabras y salutaciones al pedo y guardarlas para ocasiones más interesantes.
Bueno, lo mismo sucede si uno dice que detesta la navidad o el rosh hashana, porque para estas cosas no hay diferencia de credo. Tanto la idishe mame, como la mamma dirán que uno es un desalmado, desagradecido, sin corazón, al que no le importa la familia, etc, etc, etc.
Entonces… ¿qué hacer al respecto? ¿Cómo zafar de la telaraña social, para huir hacia una vida un poco menos guionada?
Hay que ensayar muy bien las excusas, para no avivar giles.
1) Puede decirse que uno está en tratamiento con medicación psiquiátrica, algo que es el último grito de la moda, y que cualquier lugar donde se reúnan más de dos personas le produce “panic attack”, con palpitaciones, sudoraciones, lipotimia y otros impresentables síntomas y que uno, “pensando en los demás”, prefiere quedarse en casa y no arruinarle la fiesta a nadie.
2) “Soy alérgico al vithel thoné.” El sólo hecho de compartir un mismo recinto con un peceto, una mayonesa y unas alcaparras me desfigura de inmediato como un sapo, me dificulta la respiración y hay que llevarme de urgencia a una guardia, a que me hagan un DECADRON inyectable.
3) Hacer papelones. Es una medida un poco drástica, pero efectiva. Beber absolutamente demás y decirle a todos y cada uno de los presentes, lo que uno piensa de ellos y nunca les dijo.
4) Ésta es una medida aún más drástica que la anterior, pero al fin y al cabo es la única que le garantiza a uno que quedará exento de invitaciones al convite. Irse a vivir a Alaska, dónde uno no conoce a nadie y además hace tanto frío que nadie debe tener ganas de salir para festejar nada.
7 comentarios:
muy bueno!
Me ha dejado sin palabras Eugenia...
Obvio que acuerdo en todo, que he pasado por todo o casi todo lo relatado y muchas veces fantaseamos con pegar el volantazo y zafar aunque más no sea por una vez de las nueces y el vithel thoné.
Qué lo parió...!
Feliz Navidad.
Ay Kari, qué decirte? Encima este año, a mí me agarra en pleno preparativo pre mudanza!!! Una locuraaa!!!
besote
he no sabia eso de la monjita del colegio, mira ..ella te queria sacar de la ilusion nomas! hehe
como opcion para zafar, hacerce vegetariano no sirve, ya probe..Om y Jo jo jo
ese comentario lo hizo anetta :) yo
je, si me imaginaba, dudo que vos Fede tengas la más pálida idea de quién era la "hermana Victoria", por suerte para vos!
todos odiamos las fiestas... por que se siguen haciendo???.
besos euge!!
maru
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